Introducción
La globalización ha permitido que elementos culturales de la sociedad como la música, el arte, la televisión y el cine estén disponibles para todo el mundo en todo momento. Aunque lo anterior ha tenido cientos de efectos positivos, también hay consecuencias negativas que no deben ser ignoradas, como lo es la perpetuación de figuras y modelos éticamente cuestionables y la promoción abierta de la delincuencia.
Un claro ejemplo de lo anterior es el creciente interés actual por la "narcocultura", sobre todo en Latinoamérica. Este es un fenómeno por el cual los académicos se han interesado desde la década del 2010. En particular, Sayek Valencia se refiere a este tópico en su obra "Capitalismo Gore" (2016):
La mayoría de estos sujetos endriagos carismáticos no niega sus actividades, sino que las pregonan y las convierten en un modelo de necro-empoderamiento que puede erigirse, dada la precarización económica, como deseable globalmente, creando así una cultura de reificación del crimen.
Otro ejemplo de esto son los narcotraficantes mexicanos que han creado y popularizado una forma de vida conocida como narcocultura, muy visible en el norte de México, que cuenta con una indumentaria, una música (narcocorridos), un subgénero cinematográfico, unas prácticas de consumo y un estatus social característico (p. 71).
Es decir, se trata de la construcción de nuevas formas de socialización que miran positivamente la criminalidad, violencia y la obtención del dinero asociada con el mundo del narcotráfico, además de la masificación de los elementos que se desprenden de esta nueva cultura, los cuales van desde formas de hablar cotidianamente hasta la música que escuchan.
Lo anterior se sostiene de un panorama global donde el crimen organizado en todas sus formas, y especialmente el narcotráfico en América Latina, representa una de las principales amenazas para la comunidad internacional. En este sentido, y como mejor lo sostiene la Dra. Carolina Sancho (2015) :
La delincuencia o crimen organizado transnacional (CO), cada vez exhibe mayores niveles de violencia, llegando inclusive a ser considerado un problema de seguridad internacional, que en el caso latinoamericano podría explicarse entre otros factores dado que «la violencia actúa como forma de cohesión social frente a una democracia y sociedad excluyentes». (p. 201).
Entonces, si la narcocultura glorifica la criminalidad que va de la mano con la vida del "narco" (entendido como persona que se dedica al narcotráfico), y además se entiende que ésta se masifica mediante los instrumentos de globalización como el internet y la televisión, parece pertinente preguntarse si la narcocultura ha contribuido a alimentar la consolidación y expansión de redes criminales transnacionales, desafiando y dificultando la labor de la seguridad internacional.
El presente trabajo argumenta, entonces, que la narcocultura opera como una herramienta de cohesión cultural que permite a organizaciones criminales consolidar su influencia más allá del ámbito local, facilitando la articulación de redes globales de narcotráfico y desestabilizando los esfuerzos entre Estados en materias de seguridad.
De acuerdo con lo anterior, el artículo se dividirá en 4 secciones: primero se proporcionará un marco teórico donde se consideran algunos antecedentes y características claves de la narcocultura, además de plantearse la teoría de los tipos de capital de Pierre Bourdieu como un elemento que puede ayudar a explicar este fenómeno; en segundo lugar, se explorará el impacto que la narcocultura tiene en las redes criminales transnacionales y su expansión; en tercer lugar, se analizará cómo actualmente la narcocultura representa un desafío importante para la seguridad de la comunidad internacional; y por último, se entregarán algunas conclusiones respecto a las secciones anteriormente mencionadas.
Marco teórico
La narcocultura es un concepto complejo y de difícil definición. Al tratarse de un aspecto que habita sobre todo en la dimensión social-cultural, es común que se mezcle con los elementos socioculturales propios de cada país, además de diferenciarse según la realidad narco que se vive en las diferentes localidades, ya que el tipo de droga, su consumo y tráfico varían entre países.
1.1 Orígenes y elementos clave para comprender la narcocultura
Sin desmedro a lo anterior, se reconocen algunos antecedentes importantes a la creación y masificación de la narcocultura, sobre todo en México y Colombia, donde se sospecha que el fenómeno se gestó y desarrolló en una primera instancia.
En el caso mexicano, autores como América Becerra (2023) reconocen elementos que desde inicio del siglo XXI han contribuido a la construcción de la narcocultura. La autora de "El estudio de la narcocultura mexicana: trayectoria y enfoques", explica que en 1917 se produjo la prohibición del cultivo y comercialización de productos provenientes de la marihuana y la amapola, con la finalidad de evitar la "degeneración de la cultura mexicana". Seguido de lo anterior, comenzaron a aparecer "corridos" (género musical de la familia de las "rancheras" donde se narra la historia de un personaje real o ficticio) sobre la prohibición y el contrabando. Posteriormente, Becerra indica que en la década de los 40 se consolidaron algunas zonas de producción de drogas como Sinaloa, mientras que al mismo tiempo comenzó a emerger una cobertura mediática sobre la lucha gubernamental contra el narcotráfico, criminalizando a campesinos y contrabandistas. Luego, en los años 70, frente a la crisis rural y la ola de inmigración a Estados Unidos, los narcocorridos se popularizaron fuertemente. Finalmente, la autora indica en su obra que entre la década de los 80 y los años 2000 se institucionalizó la narcocultura, reconociendo que el narcotráfico ha dado lugar a una subcultura con normas y valores propios, y se internacionaliza, sobre todo gracias a la popularidad de series de televisión como "El Señor de los Cielos" o "La Reina del Sur" (pp. 27-29).
Por otra parte, en el caso de Colombia, Jesús Pardo (2017) propone en "Transformaciones estéticas: La narcocultura y la producción de valores culturales" que los antecedentes más importantes para el desarrollo de la narcocultura comienzan en la década de los 60 y 70, donde frente a la crisis económica y social a la que se enfrentaba el país, muchos jóvenes buscaron soluciones a la pobreza y el desempleo en alternativas económicas ilícitas. Luego, explica Pardo, a finales de los años 70, se produjo la "Bonanza Marimbera", periodo donde surgió un auge en la producción de marihuana en el país, lo que permitió a los grupos dedicados a su comercialización enriquecerse rápidamente. Eventualmente, entre los años 80 y los 90 se consolidaron los grandes cárteles dominantes del narcotráfico en Colombia, como el Cartel de Medellín y el Cartel de Cali, los cuales establecieron redes de producción y distribución de drogas que impactan profundamente la sociedad colombiana. Es en este punto de la historia colombiana en que la figura del narcotraficante comienza a ser glorificada en la cultura popular, sobre todo mediante su representación en la música, literatura y cine. Pardo menciona en su obra que, a pesar de la eventual desarticulación casi completa de carteles importantes (como el de Medellín) durante los años 90, el narcotráfico y narcocultura se adaptaron y diversificaron, permitiendo su persistencia y expansión en el territorio (p. 407).
Estos antecedentes mencionados para los casos de México y Colombia están por supuesto ligados al desarrollo explosivo que tuvo el negocio de la droga en ambos países, sobre todo en los años 80 y 90. Sin embargo, las tecnologías de la información han permitido que los elementos propios de la narcocultura permeen en otros países del continente, mezclándose con componentes nacionales tanto culturales como respectivos al narcotráfico y sus formas de operar dentro del país.
Aunque, como ya fue mencionado, la narcocultura se presenta de diferente manera según el país que se escoja como objeto de estudio, sí existen algunos elementos que parecen repetirse a nivel general:
Particularmente, en el caso de las mujeres, una estética específica se ha masificado, dando el nombre de "mujeres buchonas" a aquellas que establecen relaciones socioafectivas con narcotraficantes, participan de las actividades delictuales en menor o mayor medida y consumen narcocultura. Específicamente esta palabra se asocia con las esposas, novias o parejas de los hombres narco, quienes tienden a seguir un estilo de vida y vestimenta caracterizado por la ostentación mediante atuendos y accesorios de lujo, además de incurrir en cirugías estéticas para moldear su cuerpo con la finalidad de cumplir estereotipos físicos o específicos ( García, 2024 ).
En resumen, la devoción a estas figuras refleja una mezcla de tradiciones religiosas indígenas, africanas y católicas adaptadas a las necesidades contemporáneas del narcotráfico y la vida marginal latinoamericana ( Oleszkiewicz-Peralba, 2010 ).
1.2 Teorías socioculturales aplicadas a la narcocultura: Los tipos de capital según Pierre Bourdieu
Dentro de las diferentes explicaciones que distintas disciplinas de las ciencias sociales han brindado para comprender el surgimiento de culturas y subculturas dentro de una sociedad, destaca para propósitos de este trabajo el pensamiento de Pierre Bourdieu.
La narcocultura puede ser entendida a través de la lente de las formas de capital de Bourdieu, para explicar cómo este fenómeno cala no solamente en los individuos involucrados en el narcotráfico, sino que tiene implicaciones para las comunidades y para la sociedad en su conjunto.
En su obra, Bourdieu plantea la existencia de cuatro tipos de capital: capital económico, social, cultural y simbólico, destacando cómo estos se configuran y operan en diferentes contextos sociales modificando o perpetuando estructuras de poder.
En primer lugar, el autor expone en "La distinción: Criterio y bases sociales del gusto" el concepto de capital económico, el cual es la base fundamental para desarrollar los otros tipos de capital. Este se refiere a recursos materiales transformables en dinero o activos financieros, los cuales pueden ser utilizados para aumentar otros tipos de capital. Sin embargo, lo económico no explica por completo las dinámicas sociales, por lo que es importante considerar cómo interactúan el capital social, simbólico y cultural con la dimensión económica, y cómo se interrelacionan para formar un sistema más complejo ( Bordieu, 1998 ).
El capital cultural, por otra parte, abarca los conocimientos, habilidades y los distintos tipos de educación que un individuo puede poseer. Constituye básicamente cualquier competencia cultural que una persona pueda obtener y utilizar para obtener una ventaja social. Este capital puede derivar en un beneficio económico; sin embargo, la conversión no es automática y depende del reconocimiento social que se desprenda de este tipo de capital ( Bordieu, 1998 ). El autor, en "La reproducción: Elementos para una teoría del sistema de enseñanza", reconoce tres subtipos de capital cultural: el capital cultural incorporado, el cual hace referencia al conocimiento adquirido duraderamente y que está internalizado, como el lenguaje, gusto y las habilidades culturales. Es un tipo de capital que tarda tiempo y esfuerzo en ser adquirido, y está marcado por la experiencia de las personas en su propio contexto sociocultural. En segundo lugar, menciona el capital cultural objetivado. Estos son los bienes materiales que tienen valor cultural como libros, obras de arte, instrumentos o cualquier objeto que pueda simbolizar cultura. Para apropiarse de estos elementos, el autor destaca que es importante tener el capital cultural para entender y utilizarlos, no solo el poder monetario de comprarlos. Por último, Bourdieu habla del capital cultural institucionalizado, el cual corresponde a diplomas o títulos académicos que validan y certifican las competencias culturales obtenidas por un individuo, y suelen traducirse en una forma de legitimidad en el mercado laboral y social ( Bordieu, 1970 ).
En un tercer orden de ideas, el autor reconoce el capital social y lo define como las redes de relaciones y conexiones que un individuo puede utilizar para acceder a recursos y oportunidades. Como mejor lo explica Frédéric Lebaron en "Bourdieu y las formas de capital", este no es un tipo de capital que pueda conseguirse inmediatamente, se construye con el tiempo y mediante las interacciones sociales que experimenta el individuo durante el transcurso de su vida. El autor reconoce que los vínculos sociales pueden facilitar el acceso a beneficios y ventajas económicos; sin embargo, estas requieren un compromiso constante para mantenerse efectivas ( Lebaron, 2010 ).
Por último, y como también lo menciona Lebaron, el capital simbólico es una forma de capital centrado en las dimensiones simbólicas de la vida social; es decir, se refiere a cosas como el prestigio, honor y/o reconocimiento que un individuo o grupo posee dentro de la sociedad. Se trata de una forma de poder basada en la legitimidad social. En algunos casos, el capital simbólico puede surgir de la conversión de capital económico, cultural y/o social, siempre y cuando estos sean valorados y aceptados por la sociedad. Este tipo de capital otorga autoridad y puede influir en cómo los demás perciben y tratan a una persona o grupo. Asimismo, este tipo de capital puede tener un valor negativo frente a la comunidad, dando paso a discriminación o estigmatización donde atributos particulares del individuo son percibidos negativamente ( Lebaron, 2010 ).
El capital simbólico juega un papel clave en el pensamiento de Bourdieu, ya que ayuda a mantener jerarquías sociales al ocultar las fuentes materiales de su autoridad. Mejor lo explica el propio autor en su obra de 1970, donde menciona que las personas que poseen capital económico, cultural o social pueden convertirlos en capital simbólico, lo que se traduce en autoridad social sin dejar en claro las raíces de dicha autoridad. Además, Bordieu indica que las estrategias para acumular y usar capital simbólico no siempre son ejecutadas de manera consciente. Sino que estas prácticas pueden estar profundamente internalizadas en los individuos o comunidades, convirtiéndose en hábitos culturales que las personas reproducen sin darse cuenta del impacto que tienen en la legitimación de las jerarquías ( Bordieu, 1970 ).
Además, el capital simbólico se relaciona con el concepto de habitus , el cual, según Bourdieu, es el conjunto de formas de pensar que los individuos desarrollan a lo largo de su vida, influenciadas por su contexto social. El habitus permite a las personas reconocer y actuar en función de su capital simbólico, lo que a su vez afecta su posición en la estructura social ( Bordieu, 1998 ).
Un elemento clave del pensamiento de wrdieu respecto a los tipos de capital, es que cualquiera de estos es efectivo y tiene poder cuando es reconocido socialmente. Esto se debe a que la fuerza del capital yace en la percepción y el reconocimiento por parte de otros, reforzando y legitimando las relaciones de poder dentro de la sociedad. Asimismo, Bourdieu critica en su obra de 1998 las interpretaciones simplistas de los tipos de capital que no consideran la complejidad de estas interacciones, enfatizando la necesidad de entender cómo los diferentes tipos de capital se interrelacionan y cómo el poder se manifiesta y transforma en la práctica social. En conjunto, estos cuatro tipos de capital explican cómo las desigualdades se perpetúan y se legitiman al interior de la sociedad. Particularmente, el autor hace énfasis cómo la capacidad de convertir un capital en otro y el reconocimiento social que conlleva esta conversión son claves para comprender la reproducción y legitimación del poder en diferentes campos sociales ( Bordieu, 1998 ).
Respecto a la relación entre el mundo del narcotráfico y el pensamiento de Bourdieu, Lilian Ovalle plantea en "Narcotráfico y poder. Campo de lucha por la legitimidad" que los conceptos de capital y habitus permiten entender las dinámicas de poder y las estrategias de los actores involucrados en el narcotráfico y la perpetración de la narcocultura. En este contexto, Ovalle sugiere que las redes de narcotráfico buscan más que capital económico. También necesitan capital simbólico, crucial para su supervivencia y expansión, al permitir su reconocimiento como agentes legítimos en la sociedad. Asimismo, la autora menciona que el narcotráfico se presenta como un campo (concepto de Bourdieu que se refiere a un espacio social donde se desarrollan relaciones de poder y donde los actores luchan por obtener distintos tipos de capital según sus objetivos) donde las fronteras entre lo legal e ilegal son porosas, permitiendo dinámicas de competencia y colaboración permeadas por la violencia y criminalidad, las cuales se integran en la vida cotidiana de las comunidades ( Ovalle, 2009 ).
Estas redes de narcotráfico, entonces, utilizan mecanismos de legitimación dentro de su lucha por obtener capital y poder. Lo anterior, respaldado por las ideas de Ovalle, implica que, a pesar de la naturaleza ilegal de muchas de sus actividades, estos grupos buscan ser por lo menos tolerados en la sociedad. Para esto, utilizan discursos y prácticas que les permiten construir una imagen positiva dentro de su comunidad, como benefactores económicos, protectores o como parte integral de la comunidad. Dentro de los mecanismos de legitimación que la autora menciona son: la teatralización de su éxito mediante la criminalidad; el uso de la violencia como método de control; y la creación de un sentido de pertenencia entre sus miembros. Estas estrategias consolidan el orden interno y refuerzan la cohesión dentro de sus redes ( Ovalle, 2009 ).
Por último, respecto a la relación entre narcotráfico y cultura, Ovalle considera este como un campo cultural, por lo que las redes narco no solo buscan el control económico, sino que también se involucran en la construcción de significados y valores que resuenen con las comunidades locales. Esto les permite establecer una relación simbiótica con la sociedad, donde sus actividades son vistas como una opción viable de estilo de vida, e incluso una muy tentadora ( Ovalle, 2009 ).
De esta manera, el marco teórico presentando ofrece una base conceptual robusta para analizar la narcocultura desde una perspectiva sociocultural, tomando en consideración elementos estructurales de la sociedad. Por una parte, los antecedentes históricos expuestos sobre los casos de México y Colombia muestran cómo la narcocultura surge y evoluciona en respuesta a contextos locales de exclusión económica, desigualdad y marginalización. Es a través de elementos como la narco-estética, la narco-música, y los valores asociados al narcotráfico, que se observa que este fenómeno no solo refleja las dinámicas internas de las redes criminales, sino que también opera como un vehículo simbólico que articula identidades colectivas y narrativas compartidas.
Por otra parte, el pensamiento de Pierre Bourdieu respecto a los tipos de capital permite interpretar cómo la narcocultura no solo se perpetúa, sino que refuerza y legitima estructuras de poder. La capacidad de las redes criminales para transformar el capital económico en simbólico y cultural, refuerza su aceptación dentro de la sociedad, facilitando la difusión a nivel transnacional. Asimismo, la creación de habitus colectivos que naturalizan las prácticas delictivas y las narrativas de éxito en el mundo criminal, contribuyen a la cohesión interna de estas redes y a la desestabilización de los esfuerzos estatales por contenerlas.
Impacto de la narcocultura: cohesión cultural y expansión transnacional
A continuación, se analizará cómo el desarrollo y expansión de la narcocultura contribuye a la articulación de redes criminales transnacionales.
2.1 La importancia de la cohesión cultural en las redes criminales
En primer lugar, es importante comprender cómo los valores y prácticas culturales propios de la narcocultura crean identidades compartidas que refuerzan la lealtad de sus adeptos dentro de las organizaciones criminales, fomentando la colaboración, la estabilidad y el sentido de pertenencia entre sus integrantes.
En este sentido, diferentes autores han planteado que la narcocultura se ha integrado en la identidad de algunos sectores de la población. Tal es el caso colombiano planteado por Pardo en "Transformaciones estéticas: la narcocultura, la producción de valores culturales y la validación del fenómeno narco", donde menciona que valores como el "todo vale" (es decir, que cualquier método empleado para conseguir un fin es aceptable) o el "dinero fácil" se han convertido en elementos clave dentro de la cultura popular, ensalzando la vida del derroche y del éxito material ( Pardo, 2017 ). Lo anterior, se traduce en una glorificación de la vida narco, sobre todo por parte de los segmentos jóvenes de la sociedad, lo cual termina por moldear la construcción de la identidad cultural de los mismos, permitiendo la normalización de prácticas ligadas a la criminalidad en su entorno considerando que suponen una alternativa atractiva frente a la vida de pobreza y marginalización en la que están insertados ( Angulo, 2023 ).
Esta adopción de valores narco y la glorificación de las prácticas propias del crimen organizado han calado profundamente en los sectores más vulnerables en América Latina; sin embargo, la identificación con la vida del narco no es suficiente para la prevalencia de la narcocultura, esta necesita de catalizadores que estimulen la lealtad de los miembros y que al mismo tiempo pueda atraer nuevos integrantes. Para lograr lo anterior, los elementos como la narco-música y las narco-series juegan un rol fundamental. En el caso de los narcocorridos, al relatar historias del narcotráfico utilizan la retórica para hablar de los narcotraficantes como benefactores del pueblo, personas heroicas, generosas y valientes. Esto suelen hacerlo mediante la contraposición de esta figura vista como un "bandido social" que se sale de la norma y se contrapone al Estado y a sus enemigos (carteles rivales, por ejemplo). Sin embargo, esto no es lo único. Mediante las letras y video musicales, los narcocorridos fomentan temas como la violencia para proteger a "los suyos", promoviendo así un sentimiento de pertenencia y camaradería en los grupos de narcotraficantes. No es difícil encontrar un ejemplo de lo anterior en la música popular de hoy en día:
JGL
Traigo en las cachas orgullosamente
Mandan los jefes
Yo cuido el área, aquí nadie se mete
En una Urus me salgo a pasear
Diez camionetas se miran atrás
Cuido la plaza del señor Guzmán
Y al Piyi traigo de anillo de seguridad ( Pluma & Conriquez, 2022 ).
Estos versos corresponden a la canción "Siempre Pendientes" de Peso Pluma y Luis Conriquez, un narcocorrido (o corrido bélico como los apoda Pluma), donde se hace expresa referencia a Joaquín Guzmán Loera, más conocido como "El Chapo Guzmán", uno de los traficantes más famosos de este siglo. Este sujeto no es solo mencionado en la canción, sino que se le trata con admiración y lealtad. En este pequeño segmento de una canción, se puede observar el respeto que se tiene a los líderes del narcotráfico, el sentido de pertenencia con el grupo, colaboración para la consecución de un objetivo, ostentación de bienes y violencia que caracterizan a la narcocultura.
Un último elemento relacionado a la cohesión cultural dentro de los grupos de narcotraficantes es la incorporación de elementos simbólicos de carácter más ritualístico y espiritual. Por ejemplo, los ya mencionados santos populares como la Santa Muerte y Jesús Malverde simbolizan una respuesta a la corrupción, inseguridad y exclusión social que sienten las comunidades insertas en el narcotráfico, proporcionando sentido y consuelo espiritual en un mundo marcado por la incertidumbre. Como lo plantea Oleszkiewicz-Peralba , la existencia de estas figuras ayuda a difuminar los límites de lo ético mediante la religiosidad, reflejando la fragilidad de las comunidades ( Oleszkiewicz-Peralba, 2010 ).
La conexión entre narcotráfico y espiritualidad no solo es algo a lo que se recurre en vida, sino que la narcocultura ha adoptado sus propios ritos funerarios. Aunque no existe una única forma de realizar un funeral narco, se reconocen algunos elementos más bien comunes. Como plantea Rodrigo Ganter en su estudio de algunos grupos de narcotraficantes en Chile, los narco-funerales suelen ser profundamente simbólicos, con alta participación por parte de la comunidad y con un fuerte componente de violencia como muestra de poder, con acciones como ráfagas de disparos al aire. Uno de los aspectos más importantes que el autor reconoce es que los funerales transforman el espacio público en escenarios de ritualización del narco-mundo, marcados por gestos que refuerzan la identidad colectiva del grupo ( Ganter, 2014 ).
Las prácticas mencionadas dan un sentimiento de pertenencia y respeto por el difunto, sobre todo por lo extravagante de los rituales, donde pareciera ser que los aspectos "positivos" del narcotráfico como la camaradería destacan por sobre los elementos violentos como lo son los "ajustes de cuentas" (término chileno utilizado para describir cuando una banda acorrala a un miembro de un grupo rival para dispararle a muerte, con el fin de cobrar venganza o saldar una cuenta pendiente) o las balaceras, las cuales son muchas veces los motivos que dan muerte a los mismos narcos. Podría argumentarse entonces que este sentimiento generado al venerar al narco fallecido proporciona una perspectiva de "narcotraficante hasta la muerte", además de la extravagancia con la que se llevan los ritos hacen que toda la comunidad se entere (quieran o no) de lo sucedido. Muchas poblaciones a lo largo de Latinoamérica se han acostumbrado a este tipo de eventos en su entorno, los cuales alimentan una y otra vez el ciclo de la violencia, normalizando las actividades relacionadas al mundo criminal en el día a día de su comunidad.
2.2 Legitimidad social de los narcotraficantes y percepción de la sociedad
En línea con el punto anterior, la narcocultura no sirve únicamente para dar a conocer y difundir las características de la vida del narco, sino que también es útil para que la sociedad normalice y acepte las prácticas de estos grupos.
El ejemplo más claro de la búsqueda de legitimación y apoyo del público por parte de los narcotraficantes es el establecimiento de la figura del "narco benefactor". Este concepto, mejor explicado en la obra de Felipe Oliver, se refiere a los líderes y/o grupos de narcotráfico que invierten en servicios sociales, o que apoyan directamente de cualquier forma ya sea material o económica a sus comunidades. Esto busca construir una imagen positiva del narcotráfico mediante actos de ayuda o caridad; sin embargo, las intenciones no suelen ser por mero reconocimiento, ya que estas donaciones sirven para exacerbar aún más la dependencia de las comunidades a los narcotraficantes, con la finalidad de "comprar protección pública" ( Oliver, 2012 ). Como mejor lo expresan las palabras de Alejandro Arévalo, "los narcotraficantes pueden llegar a ser realmente de gran importancia en áreas donde existe una subcultura criminal, concentrando los medios económicos y de poder simbólico" ( Arévalo, 2014 ).
Las narco-series también han moldeado la percepción pública del narcotráfico. Estas construyen una perspectiva pública donde las implicancias negativas de sus acciones están minimizadas. Por ejemplo, series como "Narcos" o "El Señor de los Cielos" presentan a los narcotraficantes como personajes complejos que incluso presentan rasgos redimibles. Lo anterior permite que las personas se identifiquen con los personajes narco, dándoles un valor sustancial más allá de sus prácticas ilegales.
De esta manera, dichas estrategias convierten la riqueza y el poder material en capital simbólico. Este, a su vez, otorga a los narcotraficantes reconocimiento social y legitimidad en sus comunidades. Esta forma de reconocimiento asegura por lo menos neutralidad y, en varios casos, apoyo a sus actividades, lo que dificulta los esfuerzos gubernamentales por desarticular las operaciones delictivas de los narcotraficantes.
2.3 Expresión y expansión transnacional de la narcocultura
La narcocultura también está presente en las operaciones criminales a nivel global, proporcionando un marco cultural que facilita la colaboración entre redes criminales de diferentes países. Este fenómeno combina elementos culturales, simbólicos y operativos que permiten a estas redes trabajar en su expansión y adaptarse a contextos internacionales.
Algunos ejemplos que respaldan lo anterior son: el uso de símbolos compartidos, las redes de distribución transnacional y la difusión de la narcocultura a través de medios digitales como las redes sociales.
Desafíos de la narcocultura para la seguridad internacional
La narcocultura, como se ha planteado, genera cohesión cultural dentro de las comunidades y se difunde a nivel internacional; sin embargo, todavía es importante analizar cómo la narcocultura puede potenciar relaciones delictivas transfronterizas y cómo esto puede significar un desafío para los esfuerzos anti-narcotráfico internacionales.
3.1 Impacto de la narcocultura en la gobernanza global
Es posible argumentar que la narcocultura ha obstaculizado los esfuerzos por lograr una gobernanza global orientada a la seguridad internacional, afectando la cooperación entre Estados, debilitando instituciones internacionales e instancias multilaterales que han buscado combatir el narcotráfico de manera conjunta.
En primer lugar, cabe mencionar que la lucha contra el narcotráfico es un esfuerzo internacional actualmente en desarrollo, pero cuyo génesis ocurrió hace ya algunas décadas. La colaboración internacional en esta materia ha estado sobre todo liderada por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, aunque también han existido diferentes instancias multilaterales a nivel regional al respecto (UNODC, s.f). Además, aunque los gobiernos nacionales suelen implementar estrategias internas para combatir el cultivo, producción y distribución de drogas, las experiencias nacionales en la batalla contra el narcotráfico son tan diversas entre sí, que suele suceder que los Estados tienen percepciones diferentes en cuanto al fenómeno, afectando la planificación y, por lo tanto, la formulación de estrategias conjuntas en esta materia.
En términos políticos, las divergencias en cuanto a la postura frente al narcotráfico terminan reflejando enfoques dispares en su accionar. Por ejemplo, hay países como Estados Unidos que optan por políticas basadas en el prohibicionismo y en altos niveles de represión, lo cual se ve reflejado en su política "War on Drugs" ( Oliva & El-Sabawi, 2024 ). Mientras que, por otra parte, hay países como Colombia que actualmente tienen políticas que equilibran el desmantelamiento de la operatividad y la capacidad financiera de los carteles, con el fomento a la recuperación y desarrollo de comunidades que estuvieron bajo el dominio de organizaciones criminales ( Ministerio de Justicia de Colombia, 2023 ). Estas diferencias crean tensiones en las negociaciones internacionales, las cuales muchas veces se ven agravadas por la desconfianza hacia gobiernos en los que se sospecha la infiltración del narcotráfico, particularmente dentro de instituciones estatales encargadas de la seguridad, mediante la corrupción de funcionarios públicos.
Por otro lado, la narcocultura y la cohesión cultural dentro de las organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico generan el efecto contrario al mencionado de los esfuerzos internacionales; el sentimiento de pertenencia fomenta la colaboración entre entidades criminales gracias a la existencia de un capital simbólico compartido. Los distintos códigos culturales, como la narco-estética, los rituales religiosos, narrativas heroicas y otras formas de narcocultura, funcionan como un lenguaje común que puede ayudar a conectar a las redes criminales transnacionales.
3.2 Ejemplificando mediante un caso real: Los Latin Kings
A continuación, se presentará un caso en particular donde la narcocultura jugó un rol clave en el establecimiento y desarrollo de una red criminal fuerte y duradera, a nivel transnacional, desestabilizando los esfuerzos entre Estados en materia de seguridad.
El ejemplo en cuestión se trata de los Latin Kings. De acuerdo con un artículo publicado en la Revista de la Universidad de San Francisco de Quito (USFQ), esta es una pandilla estadounidense nacida en Chicago durante los años 40, la cual ha sido descrita por sus propios miembros como una "gran familia". Se trata de una organización criminal caracterizada por su estructura jerárquica bien definida y su fuerte sentido de comunidad, tanto con quienes integran la banda como con quienes los rodean. El artículo describe las diferentes actividades delictivas en las que han incurrido históricamente los Latin Kings, entre las cuales se encuentra el narcotráfico a como actividad principal. Esta banda comenzó a incursionar en el cultivo, producción y distribución de drogas con fuerza en los años 70 y 80, y han continuado con esta línea de trabajo hasta el presente. El tipo de droga que comercian suele variar según lo que el mercado demande, ya que existen células de esta pandilla en Norteamérica, Centroamérica, Sudamérica y Europa, aunque algunas de las que más destacan son marihuana, cocaína, diversos tipos de drogas sintéticas, entre otros (USFQ, 2015).
Como menciona el mismo artículo, la expansión de los Latin Kings ha sido un fenómeno notable a nivel mundial, ya que para 2015 la pandilla había logrado establecerse exitosamente en: Canadá, Estados Unidos, República Dominicana, Perú, Ecuador, España e Italia. Su modelo de funcionamiento a nivel global es similar a las franquicias de un comercio, donde todas las células narcotraficantes responden a lo establecido por la "Tierra Madre" en Chicago o Nueva York. En línea con lo anterior, y respecto a su modo de expansión, suele darse que los miembros que previamente habían iniciado su carrera criminal en Estados Unidos son deportados (principalmente a varios países de Latinoamérica) y llevan consigo los valores de la pandilla a sus países de orígenes, iniciando una nueva célula, lo que aporta a su crecimiento internacional (USFQ, 2015).
Al momento de crear y desarrollar una nueva célula en otro país, la narcocultura juega un papel clave en la construcción de fraternidad, alianzas y en el reclutamiento de nuevos miembros, particularmente mediante los valores y narco-estética compartida. En este sentido, y según lo indica la revista KLE, los Latin Kings tienen varios símbolos que sirven a sus integrantes para reconocerse entre sí y saber en quien confiar. Entre estos, los principales son: la vestimenta y accesorios de color negro y amarillo o dorado, imágenes de leones y sobre todo, tatuajes de una corona de cinco puntas, a veces acompañada de los acrónimos "ALKN" (Almighty Latin Kings Nation) o "ALQN" (Almighty Latin Queens Nations) ( KLE Magazine, 2016 ). De esta manera, a nivel internacional e incluso si no hablan el mismo idioma, los miembros de la pandilla pueden reconocerse y desarrollar negocios relacionados ilícitos.
Lo anterior significa un problema para las policías y los esfuerzos internacionales antinarcóticos, ya que incluso frente a la posibilidad de desmantelar una célula de la pandilla, mediante símbolos los integrantes de la banda pueden encontrar o formar nuevos grupos, ya sea en otros países o incluso dentro de las cárceles. Esta cohesión cultural, que es concebida mediante los símbolos compartidos, hace que sea increíblemente complejo desarmar una organización criminal, ya que los miembros pueden encontrarse y reconocerse entre sí en diferentes contextos, tanto dentro como fuera del contexto criminal.
Conclusiones
La narcocultura representa un fenómeno complejo que trasciende las dinámicas delictivas locales, articulando prácticas culturales, simbólicas y sociales que contribuyen a la consolidación de redes criminales en contextos diversos. Su difusión, facilitada por elementos como la música, medios digitales, redes sociales y símbolos compartidos, ha generado una identidad cultural cohesiva que fortalece la pertenencia, legitimidad y expansión de organizaciones delictivas como los carteles.
A través del análisis realizado, se identificó que esta cultura no solo configura formas de socialización dentro de las comunidades afectadas, sino que también opera como un mecanismo de articulación transnacional entre distintos actores del narcotráfico. Elementos como la narcoestética, los ritos religiosos o el narco-marketing permiten conectar a individuos y grupos más allá de las fronteras nacionales y de las barreras del lenguaje, consolidando una red con códigos simbólicos comunes particularmente difícil de desarticular.
Desde una perspectiva sociológica, el uso de capital simbólico y cultural por parte de estas redes refuerza su legitimidad y arraigo, dificultando la acción de los Estados. En este sentido, este fenómeno plantea desafíos sustantivos para la cooperación internacional en materia de seguridad y gobernanza, ya que opera en dimensiones que exceden lo que es considerado "tradicional" en la criminalidad.
En este contexto, abordar la narcocultura como una construcción sociocultural en vez de como una simple manifestación delictiva resulta fundamental para diseñar políticas públicas que logren contrarrestar su influencia. Este enfoque requiere acciones integrales que combinen estrategias de prevención, educación, inclusión social y reconstrucción del tejido social desde un nivel comunitario en los barrios, hasta la dimensión transnacional mediante la cooperación intergubernamental.